¡Quiero, puedo y ME LO MEREZCO!

En una formación que he terminado recientemente el Trainer nos comentaba de la importancia de sentirse merecedores de las metas que nos proponemos.
En ese momento se me vino a la mente la idea del PROTAGONISMO. Un protagonista de mi propio destino.
Cuando nos sentimos protagonistas tomamos conciencia de que nuestras decisiones nos definen y que las consecuencias de estas dependen de nosotros.
Al reconocer esto podemos comprender que estas consecuencias, por más nefastas que a veces parezcan, traen aparejado un aprendizaje. Y todo aprendizaje nos posibilita conocer más sobre nosotros, sobre lo que somos, sobre lo que nos hace bien o no, sobre lo que queremos y no queremos para nuestras vidas.
Estos aprendizajes nos muestran las inmensas posibilidades de crecimiento personal que hay en una dificultad, en una discusión con mi jefe, en un trabajo con personas con intereses distintos a los míos, en una charla “difícil” con mi hijo o mi pareja, etc.
Cuando digo que ME MEREZCO lo que quiero declaro que lo quiero y lucho por ello.
Ahora bien, cuidado con esto. Como toda declaración, dependiendo de la connotación, tenemos que entender que nos puede jugar en contra. Como hay gente que cree que se merece todo lo bueno que le pasa también están las que creen y declaran lo contrario- Me merezco todo lo malo que me ocurre-.
Cuando una persona declara eso y se enfrasca solo en lo negativo se coloca en una posición de víctima de la que es difícil salirse. En estos casos el profesional del Coaching debería trabajar sobre las creencias que lo llevan a ponerse en ese lugar y ahondar en sus logros y recalcarlos. Que no todo es blanco o negro en la vida. Que los grises también existen. Generalmente esto es lo que no vemos cuando nos victimizamos.
Creer que podemos y nos merecemos lo que deseamos lograr es el primer paso para alcanzarlo.
Luego, a través de un trabajo personal y con el plan de acción adecuado los resultados irán apareciendo. No hablamos de que el camino será fácil, sino de todo lo que aprenderemos al transitarlo!

¡Muchas gracias por leer!

Diego Marshall- Coach.

Generación Y: ¿ Son o los hacemos?

A los que trabajamos en el ámbito de las Personas nos es conocido el término “Millennians” o “Generación Y”.
Para los que no están familiarizados se llaman así a los jóvenes nacidos entre los años 80 y la pasada década, que crecieron en una era de rápido desarrollo de las nuevas tecnologías, y casi no recuerdan cómo era el mundo sin Internet.

Son idealistas, impacientes y están bien preparados académicamente. Muchos de ellos han tenido oportunidad de viajar por el mundo a una edad temprana, de estudiar en las mejores universidades y de trabajar en empresas multinacionales y extranjeras.

Los investigadores destacan entre sus características la falta de madurez, el individualismo, unas altas expectativas, la confianza en sí mismos, una autoestima inflada y la necesidad de comodidad.

En definitiva son los jóvenes que tenemos en casa, en las empresas o haciendo crossfit al lado nuestro en el gimnasio.

Los padres se quejan porque no entienden que roten tanto de empleo, que dejen lo seguro por aventurarse a viajar y conocer, por no pensar en “su futuro”.
Las empresas no saben qué hacer para retenerlos. Buscan distintas alternativas para tenerlos motivados e incentivados desde una mesa de ping pong, sala de juegos, teletrabajo, vacaciones extendidas, etc. Pero a veces ni todo eso alcanza. ¿Por qué será?

Aquí es donde quiero detenerme.
Hace un par de meses tuve la oportunidad de que el Director de una prestigiosa Consultora Internacional me invitara, junto con un grupo de colegas de otras empresas, a almorzar a sus nuevas oficinas corporativas. Muy orgulloso nos mostraba sus instalaciones mientras nos contaba que debido a la edad de sus colaboradores habían optado por no tener escritorios propios, sino que los puestos eran libres y “cada persona se sentaba y conectaba donde encontraba un lugar vacio” y que sus objetos personales los colocaban en lockers con la misma metodología (ellos se llevaban su propio candado para asegurarse que nadie se los sustrajera).
Seguimos avanzando y llegamos al comedor del personal. Muy lindo, con colores vívidos y mesas altas para dos o tres personas cada una. Además de una sala de relax.
Durante el recorrido nos comentaba también que estos cambios los habían planteado para “aggiornarse” a la Generación Y y habían tomado algunas ideas del “Mundo Google”.
Luego, ya en la sala, le consulté si con todos estos aditamentos había visto cambios en sus colaboradores como disminución de la rotación, mayor motivación, mejor rendimiento.
La respuesta no fue la que esperaba: -la verdad que no cambió mucho-.

Fue allí cuando comencé a cuestionarme:
– ¿Es garantía de éxito utilizar recetas de otras organizaciones para con nuestra gente?
– ¿Es correcto pensar que se puede generalizar las acciones, emociones y pensamientos de las personas encasillándolas (generalizando) con un rótulo como por ejemplo de Generación X, Y, Z, etc.?
– ¿Qué pasa si algunos de nuestros colaboradores que, siendo estando en rango etario, no comparte las inquietudes de horario, espacio físico (dentro o fuera del lugar laboral, juegos, etc.)? Qué pasaría con esta persona si ve que no encaja en la Organización?

El riesgo de generalizar es que al medir a todos con la misma vara puede dejar afuera a los que se alejen bastante de la media de esa medida.

Cómo saber que alguno de ellos no sería más feliz ni actuaría más comprometidamente si no tuviera su propio espacio. Un espacio con objetos que afiancen su sentido de pertenencia (fotos, dibujos, taza, etc.). Un lugar donde puedan guardar sus objetos personales y que sientan como personal. ¿No podría ser esa otra solución?

Muchas veces estas acciones genéricas producen el efecto contrario al buscado y si no exploramos podemos concluir, como en este caso, que el personal se va porque es típico de su característica generacional.

Como profesionales de Recursos Humanos estemos atentos a estas particularidades de nuestros colaboradores, escuchémoslos activamente (no solo lo que dicen, sino también lo que hacen y lo que No dicen). Dar espacio al diálogo y la escucha debe ser primordial.

No tomemos decisiones que pueden perjudicar a NUESTRA organización porque otra empresa lo hizo y le fue bien. Ojo, con las recetas prefabricadas. Nunca sabremos si puede funcionar si antes no reconocemos cuál es nuestra particularidad como organización. Qué nos hace fuerte. Qué hace que tengamos al personal que queremos tener. Qué hace que la persona que queremos trabaje con nosotros (independientemente de su generación) nos elija para co- crear juntos.

¡Gracias por leer!

En la elaboración de este artículo se han utilizado los archivos multimedia de RT y freepik.com

PREGUNTAS PODEROSAS Y/O ESCUCHA ACTIVA- ¿POR QUÉ Y CUÁNDO CADA UNA?

Sabemos que en nuestra profesión estas dos competencias  son importantísimas, por eso no es de extrañar que muchas veces no logremos establecer un equilibrio en sus usos dentro de una sesión de coaching.

En este sentido puedo decir que durante algunas formaciones recibidas he visto abusar de ambas.

En una demostración de coaching en vivo pude observar cómo el coach de turno solo arremetía con preguntas al cochee (por cierto muy buenas), pero no lo escuchaba cuando respondía. Esto era notorio ya que el cliente quedaba perplejo al tener que repetir sus respuesta más de dos veces y lucía medio desorientado.

Otras veces también me ha pasado presenciar sesiones donde el coach solo se remite a escuchar. Recordemos que la escucha activa es importantísima, pero en algún momento son necesarias las intervenciones del coach para movilizar la conversación. Más aún cuando vemos que el cliente considera que ya dijo todo lo que tenía que decir y se le van agotando sus posibilidades.

¿Cuándo creo yo que se pueden dar este tipo de situaciones?

Por lo que he visto y por lo que he pasado en carne propia (tanto siendo como coach como siendo cliente) el hecho de realizar “preguntas poderosas” estimula en cierto sentido  el  EGO del Coach. Uno llega a pensar a veces  – MIRÁ CÓMO LO MOVILICÉ CON TAL PREGUNTA- y a veces con ese afán de mejorar en nuestra inquisición solo logramos confundir al coachee.

Luego, el hecho de escuchar (oir + interpretar) es fundamental también.  Pero creo que el abuso de la escucha se pueda dar cuando el coach no cuenta tal vez con la suficiente experiencia en esta profesión. Lo que hace que dude si su intervención es oportuna o debe esperar .

¿Y entonces? ¿Cómo equilibramos esto?  ¿Cómo sabemos cuándo preguntar y cuándo callar? ¿

¿Cómo sabemos cuándo escuchar y cuándo intervenir?.

Desde mi humilde opinión creo que el principal camino es la práctica. Con los años uno va adquiriendo habilidades y esas habilidades llevan a la oportunidad.

También otra posibilidad muy útil es presenciar sesiones con Coaches con más experiencia que uno. Eso te enriquece muchísimo. Uno puede ver cómo encaran los temas, cómo intervienen, cuándo callan.

Nuestra profesión se nutre de experiencias, tanto propias como ajenas. Aprovechémos los recursos con los que contamos y trabajemos en aquellos que nos faltan. Eso hace que ampliemos nuestras perspectivas  y que pasemos a distintos niveles de conocimiento.

Gracias por leer!

Diego Marshall.-