Según el diccionario Conversar es el acto de hablar (una persona) con otra sobre algo alternando los turnos de palabra.
Una característica fundamental y sustancial, que diferencia al acto de conversar de por ejemplo un monólogo, es justamente el intercambio de palabras, conceptos, ideas, entre los que participan, es decir, no habla uno solo con exclusividad y además cada cual tendrá su turno para hacerlo.
Ontológicamente hablando (Rafael Echeverría) podemos clasificar a las conversaciones en cuatro diferentes tipos:
- La conversación de juicios personales: Lo primero a notar es que esta conversación se limita a enjuiciar el quiebre (o dificultad que plantea el cliente) pero no nos mueve todavía a hacernos cargo de él.
- La conversación para la coordinación de acciones: generamos acciones futuras para hacernos cargo del quiebre existente. Su objetivo es lograr que algo pase, es intervenir en el estado actual de las cosas. Cuando entramos en ellas, procuramos cambiar aquello que produce el quiebre o hacernos cargo de sus consecuencias.
- La conversación para posibles acciones: se orienta hacia la acción de especular acerca de y explorar nuevas acciones posibles, nuevas posibilidades que nos lleven más allá de lo que en el momento logramos discurrir. Esta es una conversación dirigida hacia la expansión de nuestro horizonte de posibilidades.
- La conversación para posibles conversaciones: sostener una conversación, no acerca del quiebre primitivo que está en juego, sino acerca del quiebre de no ser capaz de abrir o concluir la conversación que, a nuestro juicio, deberíamos sostener. A esto le llamamos «conversación para posibles conversaciones».
Ahora, cualquiera sea el tipo de conversación que nos planteemos puede derivar en una conversación amena o una conversación difícil. Por eso es bueno estar preparados.
¿Cuándo una conversación se torna en difícil?
- Cuando los juicios previos sobre nuestro interlocutor no nos permiten pensar claramente.
- Cuando solo juego al “yo gano y tu pierdes”
- No expreso correctamente lo que quiero (falta de asertividad)
- Cuando no ejercito mi escucha y solo emito un monólogo a la otra parte.
- Cuando utilizo en cinismo para expresarme y no me baso en hechos
- Cuando mi interlocutor actúa también de alguna de las maneras antes mencionadas
Ahora bien, ¿cuáles son las mejores maneras para prepararse para una conversación difícil?
Aquí algunas claves que, según Enrique Sacanell Berrueco (Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología), pueden ayudarnos.
- Revisar las historias que te cuentas.
¿Qué temo que ocurra en esa conversación? ¿Qué juicios tengo sobre esa persona? ¿Están fundados? ¿Hay cosas que puedo no estar viendo? ¿Podría explicarse lo que ocurre de otra manera que considerara a la otra persona tan sensata como yo?
- Clarificar qué es lo que quieres obtener de esa conversación.
¿Quiero desahogarme, mostrar quién manda, hacer ver cuánto sufro, ….? ¿O quiero salvar la relación, mejorarla, contribuir a realizar un mejor trabajo juntos,… ? si lo que deseo se mueve en este segundo bloque, es crucial recordarlo para mantenerse centrado durante la conversación, cuando quizás me surjan ganas de cualquiera de las ideas planteadas en primer lugar.
- Concretar qué comportamiento concreto y específico
Concretar qué comportamiento concreto y específico quieres pedir a la otra persona o quieres que cambie o que deje de realizarlo. Frecuentemente planteamos temas con un alto grado de generalidad que llevan a la otra persona a sentirse cuestionada, a entender que queremos que no sea quién es.
Así por ejemplo, cuando decimos «no me escuchas» o «no te implicas en el equipo», estamos dando muy poca información sobre qué queremos que la otra persona haga distinto y, en cambio, es fácil que se interprete como reproches a su forma de ser.
Si en su lugar concretamos más, por ejemplo: «cuando miras el celular mientras hablamos lo que yo siento es que no me escuchas», o «no participas en ninguno de los grupos de trabajo que hemos creado»; estamos ayudando al otro a entender qué le pedimos y diferenciamos comportamientos concretos de características personales y de etiquetas.
- Preparar la información que vayas a utilizar.
Si vamos a aludir a comportamientos o situaciones concretas es conveniente llevar la información necesaria para poder aludir a ella. Así, si vamos a plantear que la otra persona llega reiteradamente tarde al trabajo, necesitamos concretarlo y disponer de la información que lo ratifique: qué días, cuanto retraso cada día, cuantos días,…
- Prepararse emocionalmente.
Una conversación difícil, por definición, nos resultará incómoda. Sin embargo, para mantenerla con posibilidades de éxito es necesario que nuestra emocionalidad se encuentre en unos márgenes «templados».
No es buena idea abordar ese tipo de conversaciones con una intensa carga emocional, ya que nos resultará prácticamente imposible evitar reaccionar de forma que acreciente las dificultades y nos aleje de nuestros objetivos.
- Reflexionar sobre la forma de ser de la otra persona
Reflexionar sobre la forma de ser de la otra persona y tratar de anticipar sus respuestas y reacciones. Aunque la realidad siempre será diferente a lo previsto, cuanto más opciones hayamos visualizado previamente más oportunidades tendremos de afrontarlas con éxito.
- Planificar la forma en que vas a enfocar la conversación.
Un guión detallado saltará por los aires en dos minutos, pero unas ideas claras sobre la forma de ir abordando la conversación nos serán muy útiles incluso cuando parezca que todo discurre de una manera radicalmente distinta a la prevista.
Espero te sirva y comencemos a diseñar conversaciones que sean constructivas en acciones, pero también en emociones.
¡Muchas gracias por leer!
Diego Marshall- Trainer Coach