Por qué NO DEBES estudiar Coaching

¿A quién en su sano juicio se le ocurriría contratar a un coach?

En la década del 70 Tim Gallwey, capitán en la Universidad de Harvard del equipo de tenis escribió El «juego interior»- el cual se basa en ciertos principios en los que un individuo utiliza observaciones sin prejuicios de las variables críticas, con el propósito de ser precisa sobre estas observaciones. De manera que, si las observaciones son correctas, el cuerpo de la persona las va a ajustar y corregir de forma automática para lograr el mejor rendimiento- sentando las bases del Coaching Moderno. Desde aquel tiempo bastante agua ha pasado bajo el puente.

El Coaching, hoy en día, está presente en el ámbito empresarial, personal, ejecutivo. Con tantas palabras que lo siguen como Coaching Ontológico, Coaching Sistémico, Coaching Cuántico; Coaching con péndulo egipcio, etc., etc.

Existen tantos tipos de Coaching, y aún más tantos “Gurues” o “Mesías” en el Coaching, o al menos eso nos quieren hacer creer, que alguien que recién se inicia en este submundo termina desde fascinado a perdido, engañado, estafado o descreído de esta disciplina, por darle un nombre.

Con frases como “Transforma tu vida y hazte rico”, “Tu eres el capitán de tu vida y de ti depende llegar a buen puerto”, etc. Con cursos de un fin de semana o cursos de años donde te entregan un “certificado habilitante de Coach”. En formaciones donde te hacen salir a la calle, diciendo que para romper tus creencias limitantes debes animarte a hacer cosas que nunca haz hecho (como vestirte de prostituta o pedir dinero a un desconocido). O peor aún, entrando en un transe hipnótico, caminar sobre las brasas rompiendo tus propios límites.

Y luego de “egresados”, se meten en temas como psicología, negocios, autoayuda, y tantos otros de los que tienen escaza o nula preparación.

Entonces, ¿a quién en su sano juicio (claro está, si lo estuviera) se le ocurriría contratar a un coach?

Tal vez, a quien realmente investiga de qué se trata el Coaching.

El Coaching como disciplina lo que se busca es el logro de objetivos concretos por parte del cliente. Pero no de cualquier manera y bajo cualquier circunstancia.

Frases como “Querer es poder”, “Todo depende de Ti”, “No existen imposibles”, etc.  son muy lindas e inspiradoras, pero no son del todo ciertas. Desde el coaching sabemos que el principal motor humano es la voluntad. Sin voluntad para realizar un cambio la persona seguramente no se moverá, al menos por sí misma, de donde está.

Puedo querer hacer muchas cosas, pero si no acciono, si no planifico, si no ejecuto todo queda en un simple deseo.

Ahora, ¿solo con el deseo y a la acción es suficiente? Pues claro que no.

El ser humano está inserto en un mundo, en un entorno, en un sistema. Y como parte de ese sistema hay variables que dependen de él y otras de la que es solo un mero observador de lo que sucede pero que, sin embargo, le afecta directa y/o indirectamente y que él solo puede cambiar poco o casi nada de esa circunstancia. 

Entonces, para lo que sí puede cambiar, previo reconocimiento de su rol en esa realidad, es que el coaching lo puede acompañar. ¿Y cómo?

Primero reconociendo qué es lo que quiere realmente lograr en función de los recursos (materiales y humanos) con los que cuenta o los que puede adquirir. Aquí podemos encontrarnos con que esos recursos actuales o futuros están o no bajo su alcance. Si lo están podemos continuar el proceso de coaching, ¿pero si no están?

Pues aquí es donde empieza el primer planteamiento. Si no están y tenemos la posibilidad de conseguirlos ya sea a través de la capacitación, el trabajo interno o alguna otra herramienta sí que podemos trabajarlo desde el Coaching. Ahora bien, si no están y además la persona no puede conseguirlos ya sea por razones ajenas a ella o por causas propias físicas o mentales y aun así insiste o se empecina en hacerlo, es que el Coach debe derivar al cliente a otro profesional idóneo.

El coach es aquí, como lo dice Leonardo Wolk (psicólogo y coach), un soplador de brasas que parte de las propias fortalezas que ya existen en el individuo y que tal vez están semi apagadas, pero latentes. El coach solo busca avivarlas nuevamente haciendo uso de herramientas conversacionales provenientes del diálogo socrático y del método propio de coaching. Un método que se basa en el Proceso de Coaching, que es único para su disciplina.

El coach solo indaga en el pasado de la persona para entender el observador actual del cliente, pero no ahonda en él, simplemente porque no lo necesita para su labor. Ésta radica en conocer quién es hoy la persona y quién necesita ser para lograr su objetivo.

Muchos coaches, a lo largo de las formaciones, repetimos que la otra gran diferencia es que los Psicólogos trabajan con la “mente enferma” y que nosotros no.

Esta aseveración no es del todo verdadera. Porque si bien algunos enfoques como el Psicoanálisis puro sí parten en la aplicación de la técnica sobre la base de una mente disfuncional o enferma, hay otros enfoques como el de la Teoría Humanista o la Psicología Positiva (por nombrar algunas) que, por el contrario, plantea que ser humano se va constituyendo a lo largo de la vida y que sus aprendizajes y sus vivencias (y así sus fortalezas) lo van acercando a lo que busca (objetivos). En este último caso no se habla necesariamente de una mente enferma o con alguna patología, sino de una persona que solo necesita reenfocarse para lograr sus cometidos.

Igualmente pienso que es bueno darle al coach o al aprendiz de coaching algunas pistas para ver si la conducta del cliente puede ser considerada funcional (no me gusta el término normal), para avanzar con el proceso de coaching, o disfuncional, para derivar a un profesional de la salud mental.

Un verdadero Coach es especialista en el proceso conversacional de Coaching, NO en la vida, NO en el trabajo, NO en el deporte, etc. que vive, trabaja o práctica el cliente.

Un verdadero Coach, se preparará en cada conversación para dar lo mejor de él e investigar distintas formas de hacer que el cliente piense en otras opciones, recapacite en sus actitudes y aptitudes para vivir o alcanzar sus objetivos. Sin directividad, sin manipulación, sin interferencia.

Un verdadero coach, independientemente de la Escuela o Asociación a la pertenezca, sabe que lo importante es la relación con su cliente. Respeto, escucha, empatía sin intervención, comunicación directa, carácter sistémico de la intervención, preguntas atentas a lo que el cliente manifiesta son algunas de las competencias que un buen coach debe poseer.

Estas competencias y otras más, no se consiguen caminando sobre brasas, ni coaccionando a los aprendices de coaching. Solo se logran con un acompañamiento real y sentido y con práctica de años.

¿Entonces, para qué estudiar coaching?

Primero para entender que nuestra capacidad de resolver problemas proviene de nuestra capacidad de conocernos. De saber cuáles son nuestros puntos fuertes y débiles. Qué competencias poseemos y cuáles debemos adquirir para resolver una situación u otra. Si podemos solos o necesitamos ayuda.

Esa introspección y esa autoconciencia se pueden conseguir a través del Coaching y, una vez aprehendidas, recién allí trabajar (si se quiere) en formarse como un coach profesional. Aunque repito, esto no es de un día para otro, ni en un fin de semana, ni en algunos meses. Es un trabajo arduo que empieza en el SER y termina en el hacer.

¡Gracias por leer!

Diego Marshall.-

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